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Por Redacción:
Ciudad de México, jueves 12 de septiembre de 2025. La tarde del día 10 de septiembre, en que una pipa con más de 49 mil litros de gas LP volcó y explotó en el Puente de la Concordia, en los límites de Iztapalapa y el Edomex, dejó una estela de fuego, sirenas y cifras que se movieron hora a hora; al cierre del día, la jefa de Gobierno Clara Brugada habló de ocho personas fallecidas y decenas de heridos, mientras equipos de emergencia seguían repartidos en hospitales públicos. En paralelo, comenzaron a conocerse historias de quienes se quedaron a ayudar y de quienes, en segundos, tomaron decisiones que salvaron vidas.
En el centro de esas crónicas aparece Alicia Mateos, trabajadora de 50 años identificada por vecinos, que se lanzó sobre su nieta Azuleth, de dos años, para cubrirla con el cuerpo y protegerla del fuego. La niña sobrevivió; Alicia quedó con quemaduras muy graves y fue trasladada de urgencia; y se convirtió en símbolo de la jornada más dura que recuerdan en la zona.
Minutos después de la explosión, un policía de la SSC, Sergio Ángel Soriano, cargó a la niña y auxilió a la abuela; “la ropa todavía le ardía”, narró más tarde y detalla cómo la sacó hacia una zona segura mientras otras personas intentaban sofocar llamas en vehículos y calmar a heridos.
Alrededor, choferes, comerciantes y vecinos armaron una cadena espontánea: algunos detuvieron el tráfico para abrir paso a ambulancias, otros llevaron agua o improvisaron primeros auxilios. El propio oficial Soriano agradeció públicamente a “choferes, comerciantes, policías y todas las personas que ayudaron”, testigos describieron a desconocidos que sacaron a conductores de autos envueltos en humo y gritos.
No todas las historias tienen final inmediato. Adolfo, trabajador en la zona, quedó gravemente herido al ser sorprendido por la onda expansiva cuando salía a tomar un descanso; su caso, resume la fragilidad de una tarde que cambió rutinas en segundos. Mientras tanto, familias buscaron a choferes de microbús y pasajeros que no respondían el teléfono; aún entrada la noche, seguían las búsquedas en hospitales.
La Fiscalía capitalina mantiene bajo custodia hospitalaria al conductor de la unidad, en estado crítico, mientras define responsabilidades penales y administrativas; la empresa Transportadora Silza dijo que asumirá su responsabilidad legal.
Más allá de las cifras, lo que quedó fijo fue el registro de gestos concretos: la abuela que se convirtió en escudo, el policía que corrió con la niña en brazos, los conductores que dieron vuelta en U para despejar carriles y los vecinos que hicieron fila para donar suero y vendas. Es el relato humano de una tragedia que las autoridades comparan, por su magnitud, con los peores episodios recientes de la ciudad, y que abre una conversación sobre controles al autotransporte de gas, seguros vigentes y protocolos de respuesta hospitalaria.