julio 1, 2025
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Por Luis Martínez Alcántara  

Dios sí es del Fluminense y del AlHilal y todos los aficionados al fútbol en el planeta lo vieron. 

Lo que parecía una utopía, un equipo sudamericano clasificado sexto en el Brasileirao —Flu— se plantó firme en el Mundial de Clubes y le arrebató un ticket a los octavos de final a todo un subcampeón de Champions, el Inter de Milán. Germán Cano abrió la lata al 3’ y cuando el reloj pintaba el final, Hércules puso la cereza con un 20 que retumbó en Charlotte. Con una defensa de tres férrea y un portero de 44 años, Fabio, el tricampeón carioca fue claro: aquí no hay dinero, pero sí corazón.

Y por si faltaba lo increíble, en un mismo día se firmó la segunda sorpresa: AlHilal, con alma y sin complejos, eliminó al Manchester City de Pep Guardiola. Los árabes vivieron momentos de gloria desde el 46’ hasta el 112’, con un doblete de Marcos Leonardo y bolsones de coraje que le sacaron emocionado hasta al más europeo. En la prórroga, Koulibaly adelantó a los suyos, Foden empató y Leonardo volvió a pescar el remate final en una noche para la historia.

El City, esa maquinaria de billetes y estrellas, quedó con la frente golpeada. Guardiola había advertido que este torneo podía “destruir” su temporada, y vaya que lo hizo. Fue un desfile de ocasiones perdidas y un portero—Bono—que desactivó a Haaland y compañía. Phil Foden se sacó el sombrero al alcanzar el gol 100, pero ni así bastó ante ese volcán de fútbol sentido que llevó AlHilal.

Fluminense y AlHilal ahora avanzan a cuartos, y a pesar de los dineros y escudos europeos, la lógica jamás entra en la cancha. Un brasileño repleto de fe y un gigante árabe lleno de coraje demostraron que la verdadera magia está en el once sudado, en la llaga que no se rinde y en los abrazos sentido tras cada grito de gol. El Mundial de Clubes dejó claro que aquí manda el que lo siente, no el que lo paga.

Si el fútbol es pasión, este torneo lo está gritando en mayúsculas. Porque tan importante como ganar, es emocionar: y eso lo hicieron los dos outsiders, en un día que quedará en los anales del deporte rey. Europa puede tener estirpe, billetes y escudos. Pero si México quiere aprender algo, que sea que jamás se subestime al que juega con el corazón.

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