Por Luis Martínez Alcántara
El caso de Gisèle Pelicot marcó un hito en la lucha contra la violencia de género en Francia y resonó a nivel mundial. Este jueves, un tribunal en Aviñón declaró culpables a 51 hombres por su participación en una serie de violaciones masivas que se prolongaron durante casi una década.
Gisèle, quien fue drogada y ofrecida por su exmarido, Dominique Pelicot, a estos hombres, se convirtió en un símbolo de resistencia y valentía. El veredicto fue recibido con aplausos en la sala del tribunal, donde se escucharon los gritos de “¡violadores, les vemos!” por parte de activistas que exigían justicia.
Dominique Pelicot, el principal acusado, fue condenado a 20 años de prisión por violación agravada. Durante el juicio, que comenzó en septiembre, se reveló que reclutó a decenas de hombres para abusar de su esposa mientras ella estaba inconsciente. La magnitud del caso llevó a la sociedad francesa a reflexionar sobre la misoginia y las agresiones sexuales sistemáticas que persisten en su cultura. La fiscalía había solicitado penas más severas, pero las sentencias impuestas generaron controversia debido a su aparente laxitud.
El tribunal leyó los veredictos tras apenas 60 minutos de deliberación. Cada uno de los 51 acusados fue declarado culpable de diversos cargos relacionados con violación y agresión sexual. Las penas oscilaron entre tres y 15 años, con la posibilidad de apelación para algunos de los condenados. A pesar de que muchos intentaron ocultar su identidad durante el juicio, la evidencia presentada fue contundente y dejó claro que no había lugar para absoluciones.
Gisèle Pelicot tomó la valiente decisión de hacer público el juicio, buscando no solo justicia para sí misma sino también visibilizar el problema del abuso sexual en la sociedad. Su testimonio y la apertura del juicio han transformado su imagen de víctima a ícono del movimiento feminista, inspirando a mujeres a alzar sus voces contra la violencia. La cobertura mediática masiva ha contribuido a cambiar la narrativa sobre las víctimas, trasladando la vergüenza hacia los agresores.
A medida que las sentencias se comunicaban y las reacciones continuaban fluyendo, quedó claro que el caso Pelicot no solo representa un triunfo judicial sino también un llamado urgente a la acción social. Las organizaciones feministas han intensificado sus demandas para reformar leyes sobre consentimiento y sumisión química, buscando prevenir que atrocidades como estas se repitan en el futuro.