
Por Luis Martínez Alcántara
La firma de la Orden Ejecutiva 14098 por Donald Trump, apenas un día después de su segunda investidura, marcó el inicio de una persecución migratoria sin precedentes en Estados Unidos. Más de 123 mil personas han sido detenidas entre enero y junio de 2025, muchas sin antecedentes penales y en lugares civiles como escuelas o iglesias.
Los discursos del presidente Trump y su equipo han intensificado un ambiente de odio racial. Frases como “sacar a criminales disfrazados de refugiados” han sido replicadas por figuras como la Secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, quien incluso participó en una redada migratoria.
Analistas y organizaciones de derechos civiles advierten un aumento alarmante de grupos extremistas. El SPLC reporta que el Ku Klux Klan creció 25% desde la reelección de Trump. Los Proud Boys han intensificado su presencia en actos públicos, promoviendo mensajes de odio.
En plataformas digitales, como Gab o Telegram, crecen las teorías conspirativas, como la “gran sustitución”, que culpa a los migrantes del deterioro económico. La ADL ha documentado un alza del 70% en mensajes xenófobos en redes sociales desde finales de 2024. La tensión social está en aumento.
Casos de discriminación hacia latinos se han multiplicado, incluso contra ciudadanos estadounidenses. El racismo cotidiano se ha normalizado. Muchos se sienten empoderados por el respaldo que perciben desde el poder federal, en un clima social cada vez más polarizado y hostil.
Ante esta ola de odio, también ha surgido una red de resistencia. La ACLU ha presentado más de 70 demandas por violaciones a derechos humanos. El SPLC y la ADL trabajan activamente para documentar y denunciar estos abusos.
El Consejo Nacional de La Raza impulsa asesoría legal gratuita y movilizaciones en ciudades clave. En Washington, líderes religiosos han llamado a rechazar el odio. La socióloga Cecilia Castañeda afirma que oponerse no es solo una opción moral, sino una responsabilidad ciudadana frente al avance del racismo institucional.